GRUPO DE GIMNASIA y ENTRENAMIENTO PERSONAL.- CEL: 15.5384-3248.

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TRATAMIENTOS PARA EL DOLOR DE ESPALDA

TRATAMIENTOS PARA EL DOLOR DE ESPALDA
EL EJERCICIO EL MEJOR REMEDIO (ver articulo)

DOLOR DE ESPALDA

  • Las causas del dolor

    Antiguamente se creía que el dolor de espalda se debía siempre a alteraciones de la estructura de la columna vertebral, como las escoliosis o hernias discales. Hoy en día se sabe que no es así.

    El dolor de espalda aparece por un mecanismo neurológico que causa dolor, inflamación y contractura muscular. La mayoría de las veces no se sabe qué lo desencadena.

    En algunos casos el dolor es causado por una alteración orgánica de la columna vertebral pero habitualmente no es así: la mayoría de las alteraciones de la forma de la columna vertebral son variantes de la normalidad, que no causan ningún problema y que presentan tanto las personas con dolor como las personas sanas que no sienten molestias.

    La repetición de esfuerzos en posturas incorrectas o, sobre todo, la falta de una musculatura suficientemente potente, equilibrada y entrenada pueden ser factores que predisponen para el dolor de espalda.

    Otros factores que han demostrado aumentar el riesgo de padecer dolor de espalda son, por ejemplo, el miedo a padecerlo y la exposición a vibraciones.
    Cómo evitar el dolor

    Para evitar el dolor de espalda es importante evitar el reposo, mantener el mayor grado posible de actividad física, hacer ejercicio y aplicar normas de higiene postural como las que se indican.

    Cómo diagnosticar las causas del dolor
    Las fuentes más importantes y fiables de información son la historia clínica y la exploración física.

    En contra de lo que se creía antiguamente, las radiografías son poco útiles para detectar la causa del dolor de espalda. Sólo cuando la historia clínica y la exploración física sugieren que es necesario, tiene sentido valorar la realización de las siguientes pruebas:

    Radiografías o análisis de sangre para descartar que el dolor se deba a enfermedades generales que se manifiestan en la espalda.
    Resonancia magnética. Hay que tener en cuenta que sus resultados no tienen valor por sí mismos. Lo hallado en la imagen debe correlacionarse con la historia clínica y la exploración física (por ejemplo, alrededor del 30% de las personas sanas tiene hernias discales que no dan problemas, y el hecho de verlas en una resonancia magnética puede inducir a prescribir tratamientos inadecuados).
    Pruebas neurofisiológicas. Sirven esencialmente para detectar la existencia de una compresión de las estructuras nerviosas o para hacer su seguimiento.

    Medidas generales

    Evitar el reposo en cama, si es posible. El paciente debe evitar el reposo en cama como tratamiento del dolor de espalda. Si el dolor obliga a guardarlo, debe ser lo más corto posible. Los estudios realizados demuestran que el reposo en cama retrasa la recuperación.

    Mantenerse tan activo como sea posible. El paciente debe mantener el mayor grado de actividad que le sea posible, e intentar normalizarlo tan pronto como pueda.

    Higiene postural:

    Evitar la sobrecarga de la espalda. Aun manteniendo el ritmo de actividad más normal que sea posible, conviene evitar sobrecargar la espalda. Para ello, hay que conocer y aplicar normas de higiene postural para adoptar posturas y realizar movimientos o esfuerzos. Una vez ha pasado el episodio doloroso, el ejercicio y la higiene postural también disminuyen el riesgo de que aparezca o se reproduzca una crisis.

    Aplicar calor o frío:

    Si le alivia, el paciente puede aplicar calor o frío en la zona dolorosa, aunque no se han hecho estudios científicos para evaluar su efecto. En general, el frío se aplica inmediatamente después de la lesión y el calor en la reagudización de las dolencias crónicas.


    Terapia comportamental
    Está indicada en los pacientes crónicos y en aquellos en que puedan existir factores psicosociales que aumenten el riesgo de cronificación.


    Para evitar el dolor de espalda

    La espalda està formada por huesos resistentes y una musculatura potente. Es probable que el dolor de espalda se deba a un mal funcionamiento de la musculatura, a posturas incómodas y sobreesfuerzos realizados en nuestra vida diaria.

    Para evitar el dolor de espalda es necesario hacer ejercicio, evitar el sedentarismo y cumplir unas normas higiénicas que eviten la sobrecarga de la espalda.

    El sedentarismo aumenta el riesgo de padecer dolor y el reposo sólo conduce a que se prolongue en el tiempo y reaparezca más fácilmente.

    El tacón ideal es el de 1.5 a 3cm. Un zapato plano es inadecuado, sobretodo si existen problemas de rodilla.

    Dormir boca abajo no es recomendable. El colchón debe ser firme y recto, ni demasiado duro ni demasiado blando, y la almohada baja.

    Al sentarse lo mejor es tener la espalda erguida con los pies apoyados completamente en el suelo y las rodillas en ángulo recto o por encima de las caderas.

    Al inclinarse o levantar pesos hay que procurar no curvar la columna, sino agacharse flexionando las rodillas con la espalda recta.

    En definitiva, es conveniente estar lo más activo posible, no olvidar las normas higiénicas, seguir trabajando y evitar tan solo lo que el dolor impide.

    Ejercicios
    Una vez ha pasado el episodio doloroso, el ejercicio y la higiene postural disminuyen el riesgo de que aparezca o se reproduzca una crisis.

    Desarrollar la musculatura implicada en el funcionamiento de la columna vertebral (como la musculatura de la espalda, los abdominales y los glúteos) y mejorar su coordinación.

    El ejercicio físico está indicado en las personas sanas, con el objetivo de disminuir el riesgo de padecer dolores de espalda, y en los pacientes crónicos, con el fin de mejorar su autonomía, acelerar su recuperación y disminuir el riesgo de volver a padecer episodios dolorosos. Las recomendaciones basadas en la evidencia científica disponible sugieren comenzar los ejercicios generales y los de fortalecimiento de la musculatura unas seis semanas después del episodio doloroso.

    Indicaciones
    Si existe inflamación y contractura, es fácil que el ejercicio aumente esta última y agrave el dolor. Por eso el ejercicio es inútil y no está indicado en pacientes en plena crisis aguda de dolor. Para los pacientes agudos, sólo algunas de las recomendaciones basadas en la evidencia científica disponible aconsejan pautas de ejercicio suave, seleccionando a los pacientes a los que prescribírselo con unos criterios concretos.

    El ejercicio mal prescrito o mal realizado puede agravar los desequilibrios musculares que padezca el paciente. Por eso no es eficaz la misma pauta de ejercicios para todos los pacientes, y la que está indicada para algunos puede estar contraindicada para otros.

    No se deben hacer aquellos ejercicios que desencadenen dolor o aumenten el que ya exista. El ejercicio con dolor es inútil y puede ser contraproducente. Como excepción, en algunos casos de dolor de espalda con dolor irradiado -a brazo o pierna- puede ser aceptable que el ejercicio aumente algo el dolor de espalda si mientras desaparece o mejora el dolor irradiado.


    Indicaciones Riesgos y contraindicaciones
    Las recomendaciones basadas en la evidencia científica disponible consideran los resultados de estudios científicos que sugieren la eficacia del ejercicio en los pacientes crónicos, especialmente para mejorar su dolor, movilidad y autonomía.

    Pruebas científicas de su eficacia
    Existen diferentes programas de ejercicio físico para pacientes crónicos con dolor de espalda. En general, algunos están dirigidos esencialmente a hacer trabajar los abdominales y fomentan las posturas de flexión, y otros están centrados en los músculos de la espalda y fomentan las posturas en extensión. Aunque ambos pueden estar indicados en los casos de más de 3 meses de evolución, algunas posturas en extensión también pueden estar indicadas en algunos tipos concretos de casos agudos, a criterio de algunas de las recomendaciones basadas en la evidencia científica disponible.

    Los estudios científicos realizados para evaluar el efecto de un tipo u otro de programa de ejercicio demuestran que ninguna pauta es útil para todos los pacientes. Los ejercicios en flexión mejoran a algunos pacientes y empeoran a otros, igual que los ejercicios en extensión: el ejercicio físico es inútil, o incluso puede ser contraproducente, cuando se prescriben los mismos ejercicios en todos los casos.

    Es fundamental individualizar los ejercicios y pautas de entrenamiento para cada paciente, en función de factores como su estado muscular previo, las características de su columna vertebral o la afección que padece.

    Para determinar qué ejercicios se deben prescribir es indispensable evaluar la salud general del paciente y el estado de su musculatura. Hay dos maneras de hacerlo:

    La exploración física detallada, orientada a valorar la fuerza de los distintos grupos musculares, su posible acortamiento o tensión y cómo influye su activación en el dolor. El resultado de esa exploración física permite definir los ejercicios que conviene prescribir y los que hay que evitar en ese paciente concreto.

    Aunque hayan sido bien prescritos, los ejercicios pueden ser inútiles o contraproducentes si no se realizan correctamente. Por eso, conviene que las primeras veces el paciente los realice bajo supervisión. Una vez que esté entrenado, el paciente puede hacer los ejercicios por sí mismo, y acudir sólo periódicamente al fisioterapeuta o entrenador, para comprobar que los sigue haciendo correctamente, o al médico, para asegurar que siguen siendo los adecuados para su caso.



    Fundamento teórico
    Una musculatura potente, equilibrada y bien coordinada mejora la estabilidad y el funcionamiento de la columna vertebral, disminuye el riesgo de lesión del disco intervertebral y mejora la movilidad. Además, mejora la coordinación inconsciente de la musculatura, por lo que disminuye el riesgo de sobrecarga o lesión de los músculos o ligamentos.

    De hecho, está demostrado que en el riesgo de que aparezcan o se repitan episodios de dolor de espalda, influye:

    -La forma física general.
    Está demostrado que los sedentarios con una mala condición física tienen mayor riesgo de padecer dolor de espalda que quiénes realizan actividad física de manera regular, aunque ésta sea tan genérica como andar o nadar y no esté específicamente dirigida a fortalecer la musculatura de la espalda.

    -El estado de la musculatura de la espalda.
    El dolor es más frecuente y prolongado en quiénes tienen una musculatura débil en la espalda y los abdominales. A la inversa, el ejercicio físico específico, adaptado a las características personales, también es eficaz para disminuir el riesgo de padecer dolores de espalda.

    Además de poder ser eficaz para disminuir el riesgo de que aparezca, empeore o persista el dolor, el ejercicio también puede ser útil como tratamiento.

    En una primera fase de recuperación, o incluso mientras hay dolor de espalda si éste lo permite, puede estar indicada la prescripción de alguna actividad física aeróbica suave para recuperar el tono muscular y la coordinación de los distintos grupos musculares, especialmente si el paciente ha tenido que hacer reposo previamente.

    Algunas de las recomendaciones basadas en la evidencia científica disponible aconsejan:
    Comenzar con actividades como andar o nadar para evitar el debilitamiento que conlleva la inactividad.

    Incrementar progresivamente la intensidad del ejercicio aeróbico.

    Habitualmente, dos semanas después de la aparición del dolor ya se pueden hacer de 20 a 30 minutos diarios de ejercicio aeróbico suave. Aunque este tipo de ejercicio puede incrementar transitoria y levemente la intensidad del dolor, suele ser beneficioso a medio plazo si el dolor es tolerable. Si no lo es, hay que modificar el ejercicio o suspenderlo.

    En una segunda fase puede iniciarse un programa específico de ejercicio físico, individualizado en función de las características de cada paciente. Algunas de las recomendaciones basadas en la evidencia científica disponible aconsejan que no se hagan en la fase aguda de dolor, puesto que conllevan mayor esfuerzo para la musculatura de la espalda.

    También hay estudios que demuestran que:
    La musculatura de la espalda se atrofia con facilidad. Durante el episodio doloroso, el propio dolor puede desencadenar su atrofia. Después, aunque el dolor desaparezca, la atrofia puede permanecer y facilitar que reaparezcan nuevas crisis.

    Algunos estudios han demostrado que tras un episodio doloroso puede quedar una atrofia en el lado que ha dolido de hasta el 80% en relación al lado sano.

    El reposo facilita y empeora la atrofia.
    La coordinación entre los distintos grupos musculares es fundamental para el normal funcionamiento de la espalda.

    Así, por ejemplo, se ha demostrado un mecanismo reflejo por el que el músculo transverso abdominal se contrae unas milésimas de segundo antes de realizar cualquier movimiento que haga variar el centro de gravedad, como levantar un brazo o una pierna. La contracción de éste músculo actúa como una faja, comprimiendo las vísceras contra la espalda y facilitando la acción de contrapeso que tiene la contracción de la musculatura de la espalda, destinada a mantener el equilibrio.

    Para que ese mecanismo funcione, no sólo es necesario que la musculatura sea suficientemente potente, sino también que los distintos grupos musculares coordinen bien su contracción en el tiempo.

    Por un mecanismo neurológico, el dolor interfiere en los reflejos que coordinan la contracción de esos distintos grupos musculares.
    De hecho, se ha demostrado que en quiénes sufren dolencias de la espalda, la contracción del transverso abdominal no ocurre antes que la de los otros músculos, sino que aparece a la vez o incluso después. Eso facilita que la musculatura de la espalda trabaje inadecuadamente y se contractura.

    La falta de actividad física y el reposo en cama también causan la pérdida de la coordinación entre los distintos grupos musculares. Ese es uno de los mecanismos que puede explicar que el hacer reposo facilite que el dolor dure más y reaparezca más rápidamente.

    A la inversa, la actividad física y el entrenamiento mejoran esa coordinación.

    Musculatura involucrada

    Músculos abdominales
    Se extienden desde la parte inferior de las costillas hasta la parte superior de la pelvis, protegiendo los órganos internos. Los que están en la parte anterior se denominan "rectos anteriores". Al contraerse tienden a acercar las costillas a la pelvis frontalmente, doblando la columna hacia adelante, pero no son muy eficaces en términos de movimiento: Cuando están contraídos al máximo sólo hacen curvarse la columna hacia adelante unos 30 grados. El pecho puede acercarse más a la rodilla por la acción de otro músculo, denominado psoas-iliaco.

    Los abdominales que están en la parte lateral se denominan "oblícuos" y "transversos". Al contraerse el transverso izquierdo acercan las costillas hacia la pelvis por el lado izquierdo, haciendo que en el lado derecho se separen las costillas de la pelvis. Al contraerse los oblícuos ("mayor" y "menor") hacen rotar las caderas sin que se muevan los hombros. Si se contraen a la vez que los rectos anteriores, acercan las costillas a la pelvis de forma cruzada, acercando el hombro derecho hacia la cadera izquierda o al revés.

    La contracción del transverso actúa de forma similar al de una faja, apretando las vísceras contra la columna vertebral.


    Isquiotibiales
    Se extienden por la parte posterior del muslo, dirigiéndose por detrás desde la pelvis hasta la rodilla. En la extensión de la espalda, los glúteos e isquiotibiales colaboran con los paravertebrales.

    Si los isquiotibiales están acortados, tienden a hacer que la zona lumbar esté constantemente más arqueada de lo normal -lo que se llama hiperlordosis- y pueden facilitar la aparición de contracturas en la musculatura paravertebral.
    Glúteos y piramidal
    Los glúteos se extienden desde la pelvis hasta el fémur por detrás, formando las nalgas. Al contraerse tienden a llevar la pierna hacia atrás y hacia afuera. Al erguir la espalda hacia atrás, los glúteos e isquiotibiales colaboran con los paravertebrales.

    Los glúteos y otros músculos de la pelvis, como el piramidal, contribuyen a mantener una tensión dinámica en la cintura pélvica, lo que aporta un punto de apoyo estable a la columna vertebral.

    Paravertebrales
    Se extienden por toda la parte posterior del tronco, desde la nuca hasta la pelvis, uniendo por detrás la parte inferior de las costillas con la pelvis y las vértebras con los omóplatos, y entre sí hasta la nuca.


    Psoas
    El psoas se extiende desde la última vértebra dorsal y las cinco lumbares hasta el muslo, atravesando la pelvis. Al contraerse, aproxima el muslo y las vértebras por delante, hasta hacer que se toquen el pecho y la rodilla.
    En los primeros 30 grados de flexión, los abdominales y el psoas colaboran. A partir de esa postura, el resto de la flexión del pecho sobre la pelvis se debe sólo a la acción del psoas.

    Los contenidos de esta sección han sido desarrollados por FUNDACION KOVACS


    FUENTES: www.salud.elperiodico.com

1 comentario:

webmaster tmarin dijo...

Saludos...Carlos Vighi me pasó tu blog , que de verdad es muy interesante...Con tu permiso y nombrandote , por supuesto , te posteo en un blog de naturismo que administro y más de una vez lo haré ,porque das explicaciones muy claras de dolencias muy cotidianas y que muchas veces se tienen por una forma equivocada de moverse o no moverse.
Saludo afectuoso
Tere Marin
te añado en:
www.lacostereta.blogspot.com

lacostereta.blogspot.com/2008/10/esos-dolores-de-espalda.html